Yo: ¡Taylor!
– Grité su nombre para que no entrara.
Se dio la
vuelta sorprendida.
Taylor:
Dime, Danny. – Se la notaba en la voz que estaba triste.
Yo: Yo… - Me
quedé callado, no sabía que decirle mientras que ella me miraba esperando una
respuesta.- Lo voy a intentar. – Dije al fin.
Taylor:
Intentar ¿Qué?
Yo:
Conocerte mejor. Vicky me ha garantizado que no eres como las demás y a serte
sincero, eso espero. No me falles, por favor. – Dije mirándola directamente a
los ojos, sin perder el contacto visual.
Taylor: Está
bien. Muchas gracias por darme otra oportunidad, por confiar en mí.
Yo: No hay de que.- Dejé que saliera a la luz una pequeña sonrisa al ver la suya. -
¿Empezamos de nuevo? – Dije tendiéndole la mano.
Taylor:
Empezamos de nuevo.- Dijo estirándose un poco hasta llegar a mí.
Estuvimos en
silencio un rato. Y no era un silencio cómodo, verdaderamente.
Yo: Es
raro.- Por fin hablé.
Taylor: ¿El
qué?
Yo: No sé,
esto. Que seamos vecinos, que ahora estemos uno en frente del otro, casi
tocándonos.
Taylor: Ah,
bueno. Un poco sí, pero es más raro que sigamos aquí de pie con el frío que
hace.- Soltó una pequeña carcajada.
Yo: Haha,
también.
Taylor:
Ahora vengo, quédate ahí.
Yo: Vale.
Entró al
interior de su habitación y un par de minutos después, volvió con dos mantas
cuadriculadas. Una me la tendió y la cogí. La otra se la quedó ella para
después taparse los hombros. Yo hice lo mismo.
Yo: Gracias.
Ambos nos
sentamos en el suelo del balcón.
Yo: ¿Sabes?
Aún no tengo tú número, ni tu correo.
Taylor:
Pásamelos que yo te agrego después.- Dijo con una sonrisa.
Yo: Vale.-
Se los di.
Taylor:
Perfecto.
Yo: ¿Sabes
que no lo podremos ocultar por mucho tiempo, no?
Taylor:
Ocultar ¿qué? – Dijo confundida.
Yo: Que
vivimos aquí, que somos vecinos, que no somos tan ricos como ellos…
Taylor: Lo
sé, pero ¿Tú lo has conseguido, no?
Yo: Sí, pero
no por dentro de mucho. Stella cada vez insiste más en venir a mi casa y… no
puedo decirle que vale.
Taylor: Si
de verdad le gustas, no la tendría que importar cuánto dinero tienes.
Yo: Lo sé,
pero las cosas no son tan fáciles como tú piensas, Taylor.
Taylor: ¿Y
cómo son?
Hice una
mueca, ella lo entendió.
Yo: Lo
siento…
Taylor: No
pasa nada, lo entiendo. – Sonrió.
Sonreí a la
vez que la miraba fijamente a los ojos. De pronto, una ráfaga de viento vino
hacia nosotros.
Yo: Es mejor
que me vaya si no quiero que pille un constipado y no pueda jugar al partido de
fútbol que tengo mañana.
Taylor:
Vale, hasta mañana. – Dijo dándose la vuelta para entrar a su habitación.
Yo: Taylor.-
Dije antes de que entrara.
Giró un poco
la cabeza para así poder verme.
Taylor:
Dime.
Yo: ¿Te
apetece mañana por la tarde ir a verme jugar? No soy muy bueno pero…
Taylor: Me
encantaría.- Dijo cortándome para después cerrar su puerta del balcón y bajar
las persianas.
Fin POV
Danny.
El
despertador sonó a las siete y media. Me levanté de la cama a duras penas,
tropezándome con los muebles, pues todavía no me sabía dónde tenía cada uno de
ellos para poder andar con los ojos cerrados por toda la casa. Bajé las
escaleras sujetándome en el pasa manos así pues, que mi torpeza no volviera a
actuar dejándome sin dientes.
Llegué a la
cocina donde mi madre con una alegre sonrisa me recibió. Me puso el desayuno en
la mesa, cual contenía una taza de café junto a dos tostadas con mermelada de
frambuesa, y empecé a comerlas. Cuando miré al reloj y vi que el puntero
marcaba las ocho menos cuarto pasadas, tragué el último trozo de la tostada
apenas sin masticarlo, y corrí velozmente hacia mi cuarto para poder cambiarme
y asearme y que al menos una vez en mi vida, no llegase tarde al instituto.
No tardé ni
siete minutos salir de casa, no sin darle un beso a mi madre antes, y a andar a
paso ligero. Mientras buscaba mis cascos en el interior del bolsillo pequeño de
mi mochila, escuché una voz gritando mi nombre. Me giré para ver de quien se
trataba. Más bien, de quienes.
Yo: Buenos
días, chicos. – Dije amablemente.
Vicky: Otra
vez llegando tarde, ¿eh?
Yo: Y
vosotros igual.
Danny: Nos
ha pillado, Vicky. – Dijo carcajeándose.
Vicky:
Calla.- Le fulminó con la mirada. – Corramos que si no, no llegamos.
Yo: Vale.
Danny: Por
cierto, Wendy. - Dijo mirándome. –El partido de fútbol es esta tarde a las
cinco. ¿Al final vendrás?
Pude notar
como Vicky nos miraba con cierta confusión pero a la vez diversión.
Yo: Claro,
¿Dónde es?
Danny: Vicky
lo sabe. La llevarás, ¿no? – Miró a Vicky.
Vicky:
Claro, claro. Allí estaremos.
Danny: Lleva
a tus amigos si quieres.
Vicky: Me lo
pensaré.
Llegamos al
instituto y, como era de esperar, todos los alumnos ya estaban sentados en sus
pupitres a la espera de la llegada del profesor. Por lo menos aún no había
llegado. Pero no tardó mucho el hacerlo. Nuestro profesor de lengua, Bill,
llegó con cierta prisa.
Bill: Buenos
días, chicos. Tenemos que hacer muchas cosas hoy, así que atended porque el
próximo día habrá examen.
Todo el mundo
emitió un sonido de queja.
Cameron: No
lo hagas, anda. – Dijo haciendo una mueca.
Bill: ¿Para
qué te quejas si nunca estudias?
Una
carcajada al unísono estampó contra las cuatro paredes de las cuales estaban
formando el aula.
Cameron:
¿Quién ha dicho que lo hago por mí? – Dijo sonriéndole. – Lo digo para no hacer
que Taylor estudie y pueda quedar conmigo esta tarde. – Dijo posando su codo en
el respaldo de la silla a la vez que giraba levemente el cuello para mirarme.
Mis mejillas
se tornaron rojas y noté como algunas personas de mi alrededor cuchicheaba
mientras que otras decían: ‘Uy, uy, con que Cameron, eh’.
Danny:
Calla, tío. Que hoy tienes partido.
Bill empezó
a reírse –menos mal que no era de esos profesores estrictos- y añadió:
Bill: Mejor
sigamos con la materia, que nos vamos por las ramas.
Le amé, en
ese jodido momento le amé. Y aunque el profesor había empezado la explicación
del tema, aún podía notar como algunas mirabas de posaban en mí. Pero intenté
darle la menor importancia posible.
Un papelito
doblado ligeramente aterrizó en mi mesa. Lo cogí rápidamente para que Bill no
se diera cuenta y después miré hacia los lados para saber de quién había sido.
Vi a Stella mirándome a la vez que articulase para que la leyera.
Vi que Bill
estaba escribiendo en la pizarra, por lo que podía tranquilamente leerla.
Desdoblé el papelito y en un bolígrafo color rosa purpurina ponía:
“¡Taylor, no
me puedo creer lo de Cameron! ¿Te gusta? Está claro que tú a él sí. ¿Qué te
parece que vayamos a ver a los chicos en el partido de esta tarde? Contesta
xoxo.”
A lo que yo
la contesté:
“¿Gustarme?
Pues nunca lo había pensado… ¿Al partido? Está bien.”
La lancé la
nota y después de un par de minutos de contestó con otra diciendo:
“Perfecto.
El campo de fútbol no está muy lejos de aquí, si quieres a las cuatro y media
quedamos en la puerta del colegio y vamos juntas.”
Miré a
Stella y la asentí como respuesta a la notita. La que me esperaría, pensé.
El timbre
sonó y Bill salió de la clase despidiéndose de nosotros. La punta de un
bolígrafo tocó mi espalda repetidas veces. Apoyé mi espalda en la pared y miré
al resto de la clase para que no notasen mucho que hablaba con Vicky.
Yo: Dime.
Vicky: Creo
que será mejor que no vaya al partido de mi hermano. Con lo que ha pasado ahora
Stella querrá ir contigo.
Yo: Sí, me
ha mandado una nota preguntándomelo.
Vicky: Vale,
entonces cuando acabe el partido ven con mi hermano a nuestra casa y pasamos la
tarde juntas.
Yo: Me
parece perfecto.
Vicky:
Bien.- Dijo sonriendo ligeramente.
Me volví a
girar, pues la profesora Margaret llegó. Y como siempre, la clase de
matemáticas no sólo fue aburrida, si no eterna. Cuando el timbré sonó pensé que
se me había pasado ya la vida entera. Me levanté del sitio y Stella vino
corriendo donde mí. Hannah y Amanda la acompañaban.
Stella:
Vamos corriendo al recreo, tengo que contarte muchas cosas, igual que tú a mí.
– Dijo tirándome del brazo.
Una vez
abajo, nos sentamos en nuestro sitio de siempre, debajo de la gran estatua del
fundador del colegio.
Stella: A
ver, cuéntame.
Yo: ¿Qué te
cuente qué? – Dije confundida.
Stella: Lo
de Cameron, ¡Qué si no! ¿Desde cuándo hablas con él?
Yo: Desde
nunca. Jamás le he mirado y menos hablado.
Stella: Wow,
pues conociendo bien a Cameron, le gustarás mucho.
Yo: ¿Por qué
lo dices?
Stella: Por
dos cosas: 1.- Dijo levantando su dedo índice. – Jamás pide salir a ninguna
chica, siempre son ella a él. Y 2.- Levantó el dedo corazón. – Si alguna vez se
lo pide a alguien, es que la conoce mucho.
Asentí.
Stella: Oh
Dios, ¿Te imaginas las dos haciendo una comida o cena de parejas?
Yo: Esto…
¿Qué? ¿Parejas? Yo no soy nada de Cameron.
Stella: Lo
sé, pero lo serás. Sé que te gusta.
Yo: Yo n…-
El timbre sonó interrumpiendo lo que iba a decir a Stella.
Subimos al
aula para tener las dos últimas horas de clase. Menos mal que eran pasablemente
entretenidas. Al fin el timbre tocó nada más el reloj marcar las dos en punto.
Todos nos levantamos de las sillas a la vez que recogíamos todo y lo
introducíamos en las mochilas.
Stella:
¡Hasta la tarde, Taylor! – Dijo saliendo del aula. Asentí como respuesta.
Miré por la
clase para ver si encontraba a Vicky, pero no estaba. Seguro que ya se había
ido con sus amigos. Puse mi mochila en el hombro derecho y me propuse a salir
de clase. A la salida, estaban todos los alumnos del colegio amontonados en la
puerta esperando a que sus padres les cogiesen o simplemente hablando.
Cuando me
dispuse a caminar después de echar un último vistazo entre la gente para ver a
Vicky, noté una mano que se posó en mi hombro. Me giré sobresaltada y le miré.
Cameron:
Siento haberte asustado, princesa.
Yo: N-no
pasa nada. – Dije sonrojándome.
Cameron:
Espero verte esta tarde en el partido, eh.
Yo: Claro,
allí estaré.
Cameron:
Perfecto. Hasta la tarde, entonces. – Dijo sonriente.
Dicho esto,
me volví a girar para irme. Pero otra vez noté un toquecito en el hombro.
Yo: ¿Otra
vez, Came…ron?
No, no era
Cameron.
Danny: Si me
tiño el pelo de rubio y me pongo lentillas verdes… tal vez sea él.
Yo: Lo siento,
solo es que… bueno, da igual. ¿Querías algo?
Danny: No,
bueno, sí.
Yo: ¿El qué?
Danny:
Preguntarte si querías ir a casa conmigo. He estado esperando a Vicky pero hace
poco me ha llegado un mensaje diciendo que se fue con sus amigos y…
Yo: Vale.
Vamos.- Dije contándole a la vez que le sonreía.
Danny: No es
justo, siempre me cortas antes de que pueda acabar la frase.
Yo: Haha, es
que te enrollas más que las persianas. Es más, nunca he conocido a persona más
enrolla…
Danny: Lo
pillo.
Yo: Eh, esta
vez me has cortado tú.
Danny:
Alguna vez tenía que pasar, haha.
Estuvimos
hablando de diversas cosas más sin importancia. Tonterías y demás. Hasta que
Danny me hizo una pregunta que no me lo esperaba para nada.
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