jueves, 29 de diciembre de 2011

Capítulo 2.


Me di la vuelta lentamente, con miedo a pensar quien era ese sujeto. Un chico moreno, con unos ojazos azules me miraba con la duda reflejaba en sus ojos.

Yo: ¿Querías algo? – Dije intentando parecer lo más amable posible.
-: Me suenas de algo. ¿Te he visto alguna vez? – Dijo frunciendo el ceño.

Le miré por un espacio de tres segundos y fue ahí donde me di cuenta de quién era. Oh, mierda. Era el chico a quien ayudé a que levantase después de una desagradable cita que tuvo con el suelo.

Yo: No, lo siento… Tal vez me has confundido con alguien. Soy la nueva.
-: Oh, puede ser. Por cierto, me llamo Danny. ¿Y tú?
Yo: Taylor.- Dije con una sonrisa.

Vicky, mi compañera de mesa, entró por la puerta seguida del profesor.

Profesor: Chicos, silencio. – Dijo a un tono elevado para que todos se callasen.- Bien, ahora vamos hacer un experimento llamado ‘El vaso extintor’.

El profesor nos explicó como se hacía e hizo una demostración de tal experimento para que después lo pusiéramos en práctica con nuestro compañero de laboratorio.

Vicky y yo empezamos a hacer el trabajo concentradas, cuando otra vez la cabeza de ese chico llamado Danny, se coló entre las nuestras mirando.  

Vicky: ¿Qué quieres, Danny?
Danny: Mirar, no sé como coño se hace esto.
Vicky: Pues haber atendido, mamón.
Danny: No me llames mamón.- Dijo dándole una colleja a Vicky.
Vicky: Serás…
Yo: ¿Desde hace cuánto os conocéis? Es que tal y como os tratáis parece que tenéis mucha confianza, ¿no?

Los dos se miraron entre sí y segundos después, estallaron de risa.

Yo: ¿Qué pasa? ¿He dicho algo gracioso?
 Vicky: Haha, no. Solo es que… nos conocemos más de lo que nos gustaría.
Danny: Es mi hermana, Taylor.
Yo: ¿Sois hermanos? ¡Dios santo! Si no os parecéis.
Vicky: Lo sé, a veces dudo que sea adoptado. ¿No ves lo mamón que es y lo lista que soy yo?
Danny: Anda, no te pases. Sabes que soy el más listo de los dos.
Vicky: Estás repitiendo.
Danny: Va, eso es que me tienen manía los profesores.
Vicky: Déjalo anda, que quiero acabar esto y ganar un positivo.

Danny se sentó en su asiento de nuevo y siguió su proyecto con su compañera de mesa. Tenía el pelo rubio y rizado con los ojos castaños. 

Vicky y yo logramos acabar el experimento y nos ganamos dos positivos por parte del profesor.

Profesor: Sé que es un poco pronto pero voy a tener que mandaros un trabajo. Va a ser en parejas y no, las parejas son vuestros compañeros de mesa. – Se escuchó un ‘jo’ procedente de toda la clase.

Repartió una hoja para cada pareja y el timbre sonó. Stella y sus amigas vinieron directamente a mi mesa.

Stella: Vamos Taylor, no te vayas a contagiar.- Dijo mirando a Vicky.
Vicky: Mira Stella, me tiene h…
Danny: Chicas, ya. – Dijo interrumpiendo a Vicky. – Stella cariño, vamos al recreo.
Stella: Vale, pero solo porque me lo dices tú, eh.- Dijo con una tonta sonrisa y enrollándose con el dedo un mechón del pelo.- Vamos, Taylor.
Me levanté de la silla con la cabeza baja.
Vicky: Taylor, ¿Cómo quedamos para el trabajo? – Dijo rápidamente antes de que me fuera.
Yo: Hoy en tu casa  a las cuatro. Dame tu dirección.- Dijo tendiéndole un papel.

Me apuntó su dirección y me llevé el papel antes de que Stella me agarrase del brazo y se arrastrase hasta la puerta. Una vez en el patio, nos sentamos en unas escaleras que había debajo de la estatua del fundador del  colegio. Stella se sentó en el medio y Amanda y Hannah se sentaron a su lado.

Stella: Hannah, levántate para que se siente Taylor.
Yo: No hace falta, Stella. Me siento a su lado.
Stella: No, déjala. La viene bien que haga un poco de ejercicio levantándose.

Hannah tenía adornando su cara una triste sonrisa. Se levantó y se sentó unos centímetros más a la derecha para que me pudiese sentar yo. No me gustó la forma en la que trató a Hannah, ella no se merecía eso. Me sentía mal conmigo misma, pese a que el daño lo hizo Stella.

El resto del día pasó rápido y en un abrir y cerrar de ojos, ya estaba en mi casa preparándome para ir a casa de Vicky a hacer el trabajo. Stella me había advertido que no estuviese mucho tiempo allí, pues acabaría cogiendo confianzas y era una mala persona.

Salí de casa. Diez metros más estaba en la suya, vivía justamente a mi lado. Casi podíamos pasar de una casa para otra con un simple salto desde mi ventana hasta la suya. Llamé el timbre y esperé aproximadamente un minuto para que después, me abriese una señora con el pelo rubio y ojos azules.

-: Debes de ser Taylor.- Dijo sonriente.- Vicky está arriba. Sube las escaleras y la primera habitación a la izquierda.
Yo: Muchas gracias.

Pasé al interior de la casa. Bien amueblada y muy acogedora. Subí de dos en dos las escaleras hasta llegar a un pasillo largo y estrecho. ¿Qué habitación me había dicho? ¿Derecha o izquierda? Va, juraría que era la derecha. Di dos toques a la puerta hasta esperar a que me abriese Vicky. Era la primera vez que iba a su casa y no iba a entrar a su habitación sin más. Esperé un par de minutos pero seguía sin abrirme. Por lo que opté en entrar en la habitación. Giré el pomo y abrí la puerta, entrando en el interior de la habitación.

Miré a mí alrededor y no era muy femenina que digamos. Era azul, con varios pósters de Bruce Springsteen colgados en la pared. Miré hacia el otro lado de la habitación y estaba el escritorio con muchos papeles sobre la mesa. En sí, la habitación estaba desordenadísima. No sé cómo iríamos a estudiar entre tanta mierda.

Escuché detrás de mí un carraspeo de garganta y me asusté. Me giré rápidamente y vi a Danny mirándome una vez más extrañado. Al verle, expulsé todo el aire que contuve en los pulmones para no gritar sonoramente.

Danny: ¡Haha, otra vez te he asustado!
Yo: Como para no…
Danny: Tendré que plantearme eso de operarme la cara… debo ser feísimo para que de las dos veces que hago lo mismo te asustes.
Me encogí de hombros.
Danny: Por cierto, ¿Qué haces aquí?
Yo: Eh… pues… pensé que esta era la habitación de Vicky.
Danny: Entiendo. Pero es la de enfrente, rubia.
Yo: Ya me he dado cuenta, como no le guste Bruce y tenga gusto de chicos…
Danny: Ya, bueno. ¿A ti también te gusta Bruce?
Yo: Gustarme es poco.
Danny: ¿¡En serio!? – Dijo asombrado.
Yo: Sí. – Dije tímidamente - ¿Por?
Danny: Eres la única chica, aparte de mi hermana, que le gusta Bruce. Eres increíble, tía. – Dijo sonriendo de medio lado.

Se me subieron los colores y mostré una pequeña sonrisa.

Yo: Bueno, me voy al cuarto de Vicky y… lo siento por la invasión a tu espacio.
Danny: No hay problema, puedes invadirme cuando quieras, haha.

Salí del cuarto avergonzada, mucho. Danny parecía una persona simpática y muy dulce. Di dos toquecitos a la puerta y esperé a que me abriese. A saber si esa tampoco era y entraba en la de sus padres, o en el baño…

Esta vez sí que era la suya. Me recibió con una sonrisa.

Vicky: Pasa.- Dijo extendiendo el brazo como señal a que podía entrar.

Miré a mi alrededor y su habitación era de un color verde claro. Tenía una estantería con montones y montones de discos de varios grupos y algunos que otros pósters colgados en las paredes de su cuarto. A un lado estaba su cama y justo en frente el escritorio. A diferencia al de Danny, todo estaba ordenado y en su sitio.

Las dos nos sentamos en las sillas y comenzamos a hacer nuestro trabajo de química. Era muy extenso, así que lo dejamos a medias y decidimos acabarlo el fin de semana.

Vicky: Creo que nunca he trabajado tanto química como hoy.- Dijo quejándose.
Yo: Haha, lo mismo digo.
Vicky: Y bueno, ¿Cómo te defiendes en Londres?
Yo: De momento voy bien… Logro llegar a todo sitio donde me propongo, pero no mucho más lejos que donde vivo.
Vicky: ¿Dónde vives?
Yo: Eh…  en Oxford Street. (Es inventada)
Vicky: Ah, sí. Sé donde está. Tus padres deben tener mucho dinero, ¿no?
Yo: Más o menos. Mi padre trabaja en… una empresa de moda.
Vicky: Ah, interesante.
Yo: ¿Y los tuyos?
Vicky: Mi padre trabaja en una cadena de hoteles.

Asentí.

Eran las siete de la noche y las tripas me empezaban a rugir.

Yo: Ya va siendo hora de que me vaya…. Es tarde y seguro que mi madre ya se estará preguntando donde estoy.
Vicky: ¿No te quieres quedar a cenar? Seguro que mi madre ha hecho comida de sobra, como siempre.
Yo: Oh, gracias, pero mejor que no… No quiero ser molestia.

Alguien llamó a la puerta. Las dos giramos la cabeza para ver de quien se trataba.

Vicky: ¿Qué quieres, Danny?
Danny: Mamá dice que si Taylor se quiere quedar a cenar.
Vicky: ¿Ves? Venga, quédate.
Yo: No sé…
Danny: Vicky, ¿Qué te he dicho? Estas cosas no se preguntan, se obligan. Tú te quedas y punto en boca.
Yo: Vale.- Dije vencida.
Vicky: Bien.- Dijo con una sonrisa.

A decir verdad, Vicky era una chica muy agradable y me lo pasaba bien con ella. No sé el problema que tenían Stella y ella.

Salimos de la habitación de Vicky y los tres bajamos las escaleras hasta llegar al salón. Una vez allí vi patatas fritas con un filete sobre la mesa. Nos sentamos en la mesa y su padre llegó mientras metíamos la primera patata frita en la boca.

Padre: Anda, visita. ¿Quién eres? – Dijo amablemente.
Yo: Me llamo Taylor, Taylor Evans.
Padre: Un placer. – Dijo sentándose también en la mesa.

La cena transcurrió amena y divertida, pues de vez en cuando alguien hacía alguna que otra broma o contaba un chiste. Miré mi reloj de pulso y era tarde. Mi padre estaría preocupada aún estando en la casa de al lado. Me levanté de la mesa apresuradamente.

Yo: Muchas gracias por la cena, estaba riquísima. Pero me tengo que ir ya, mis padres estarán preocupados. Lo siento.
Madre: No pasa nada, cielo. Cuando quieras puedes volver. – Dijo sonriente.
Vicky se levantó también de la mesa y me acompañó hasta la puerta.
Vicky: Nos vemos en clase el lunes, Taylor.- Dijo con una sonrisa partida.
Me acerqué a ella y la abracé.
Yo: Gracias por todo.

Me di media vuelta y me fui. Llegué a casa en menos de un minuto. Fui directamente al salón para ver había alguien,  pero estaba todo desierto. Me acerqué hasta la cocina y vi un pequeño papal pegado en la puerta de la nevera.

Tu padre y yo hemos salido a ver una película. La comida la tienes en el microondas.
Mamá Xx.

Despegué el post-it y los tiré a la basura. Subí hasta mi habitación donde preparé la mochila para mañana para después caer rendida sobre las enormes garras de mis sábanas y no despertarme hasta mañana las doce, pues sería sábado.

Al día siguiente.

Me desperté animada, con ganas de hacer muchas cosas hoy. Me levanté de la cama de un salto y miré a través de mi ventanal. Mientras miraba, vi como alguien de la casa de Vicky y Danny abría las cortinas de la ventana que daba justo en frente que la mía. Me escondí entre las mías y asomé un poco la cabeza para ver de quién se trataba. Oh, mierda. Tenía a la habitación de Danny justo en frente de la mía. Había menos de dos metros de distancia entre él y yo. Cerré las cortinas rápidamente evitando que me descubriese. Salí de la habitación para dirigirme a la cocina. Me senté en la encimera mientras a la vez que cogía una galleta de un bote que había encima de sí.

Yo: Buenos días mamá.
Cath: Buenos días, cariño. ¿Qué tal has dormido?
Yo: Bien. Por cierto, ¿Y papá?
Cath: Trabajando.
Yo: ¿Otra vez? Pero si es sábado…
Cath: Ya losé, cariño. Pero se lo requiere su jefe.
Yo: Lo sé…
Cath: ¿Qué quieres comer hoy?
Yo: Me da igual, todo lo que haces está bien.
Cath: Me alagas, pero dime algo…
Yo: Ya se te ocurrirá algo. Bueno, voy a cambiarme.
Cath: ¿Vas a salir?
Yo: Sí, voy a admirar algún que otro parque de Londres.
Cath: ¿A sacar fotos otra vez?
Yo: Ajám.- Dije dándole un mordisco a la galleta.
Cath: Ay.- Dijo suspirando.- Tú y tú obsesión con las fotos.

Me carcajeé a la vez que subía las escaleras. Entré en mi habitación y me puse unos vaqueros con una sudadera de ‘Oxford’. Cogí mi cámara de mi estantería y salí de casa.
Anduve por las calles de Londres hasta llegar a un enorme parque llamado ‘Green Park’.
Encendí mi cámara y admiré cada rincón  de dicho parque. Era enorme y precioso. Saqué fotos embellecedoras para los ojos. Mientras miraba por la pantalla para poder sacar otra foto, pude ver una cara cocina. Sonreí.

Yo: ¿A caso me sigues?

viernes, 23 de diciembre de 2011

Capítulo1.

Esperé unos segundos tras llamar la atención de todos los del interior de la clase, y giré el manillar dudosa e insegura.

Una vez abierta la puerta por completo, me introduje al interior de la sala bajo la atenta miraba de todos.  Y ahora me preguntaréis, ¿Por qué tanto miedo? ¿Por qué quería caerles tan bien? Muy simple. Mis padres se mudaron a esta ciudad por motivos de trabajo y como todos buenos padres quieren, es que sus hijos estudien en el mejor colegio de la zona, por lo que me metieron a un colegio de pijos por beca. Mi familia no tenía la cuenta bancaria que tenía todo el mundo de este colegio y de ahí, el motivo. No es que me avergonzara del estatus de mi familia, pero tampoco quería que se enterasen que yo, la humilde y de bajo estatus llamada Taylor, se incorporaba a este estirado colegio mediante una beca, pues no se podía permitir pagar la estancia allí.

Profesor: Chicos, este es vuestra nueva compañera Taylor. Es nueva en la cuidad, viene de Plymouth. Espero que la acojáis con los brazos abiertos y que la hagáis un curso muy ameno. Siéntate ahí al fondo.- Dijo amablemente.

Pasé por el pasillo central con la cabeza baja y me senté en el fondo, como bien me había indicado el profesor de Química.

Profesor: En esta primera clase, os pondré por parejas. Las cuales serán vuestro compañero de laboratorio durante todo el curso. Y no, no acepto cambios.

Se oyó un quejido al unísono que retumbó sobre las paredes de toda la clase. Sacó una lista de su maletín marrón arrugado y la posó sobre la mesa. De pronto, todos los alumnos corrieron hacia la mesa a ver con quien les habían tocado. Todos menos yo, que esperé que la muchedumbre se dispersara. Cuando apenas quedaban tres personas observando el papel, me acerqué para ver con quien me tocaría.

‘Taylor Evans con… Vicky Jones’, ponía la lista. ¿Quién sería? Rápidamente volví a mí sitio en el cual me senté. Una chica se acercó a mí con una sonrisa.

-: Hola, soy Vicky Jones, tu compañera de laboratorio.
Yo: Oh, encantada.- Dije sonriéndole.
Vicky: Como me alegra que eres tú mi compañera, pareces muy maja.
Yo: Lo mismo digo,  Vicky.

El timbre sonó y una avalancha de gente se dirigió hacia mi mesa. Rodeándome.

-: Encanta, soy Stella.- Me dijo una chica morena de ojos verdes.- Espero que sepas elegir bien tus compañías, como yo.- Dijo con cierta risita tonta a la vez que miraba que Vicky.
Vicky: ¿Algún problema, Stella? – Dijo enfadada.
Stella: Ninguno, Vicky. Ven conmigo, Taylor. – Dijo agarrándome del brazo provocando que me levantase de la silla.
Yo: ¿A dónde me llevas?
Stella: A nuestro sitio en el recreo. Es solo de nuestro grupo y nadie se puede acercar a él.

Asentí con la cabeza. Nos sentamos en un bordillo que había en frente de una estatua, del fundador del colegio, supuse. Al rato se nos acercaron unas chicas, parecidas a Stella.

Stella: Chicas, esta es la nueva chica de mí clase, Taylor. La he salvado de las garras de Vicky y Carrie.
-: Encantada, soy Amanda.

Pelo negro con ojos claros.

-: Y yo soy Hannah.

Rubia oxigenada de bote con ojos castaños.

Stella: Será nuestra nueva amiga. Tendremos que salir con ella esta tarde al centro de compras.
Amanda: Por mí perfecto. Necesito unos zapatos nuevos.
Stella: ¿Sabes dónde queda el centro, Taylor?
Yo: Más o menos.
Amanda: Mejor te buscamos a casa.
Stella: Sí, ¿Sabes el nombre de tu calle?
Yo: Aún no, es un nombre muy extraño.- mentí.
Hannah: Vivirá en la parte rica de Londres, si no, no estaría en este colegio, ¿no?
Yo: Claro, claro…
Stella: Pues cuando te enteres, me llamas. Aquí tienes mi número. – Me dijo dándome un papel rosado con su número de teléfono apuntado.
Yo: Gracias, pero… Mejor quedamos en el centro. Sabré llegar, no os preocupéis.
Stella: Como quieras. Quedamos a las cuatro en la puerta principal del centro comercial. ¿Está bien?

Asentí y el timbre sonó.

El resto de las clases pasaron rápidas, pues solo era presentarse y decir los cuadernos que deberíamos traer a dicha clase.

Cuando ya era hora de irse a casa, fui lo más rápida que pude, nadie podía verme y descubrir donde vivía. Estaba contenta con mi casa, para mi gusto era grande, bonita y acogedora, pero eso no pensaría Stella y compañía. Nada más dar la curva para llegar a mi calle, me choqué con alguien. Los libros que tenía en mis brazos, cayeron al suelo junto con todas las circulares que me había dado para llevárselas a mis padres. Me agaché rápidamente para recoger todo antes de que el viento se lo llevase todo, y la persona con la que me choqué, hizo lo mismo. Alcé un poco la vista y pude ver quién era, Vicky.

Yo: Yo… Gracias.
Vicky: No tienes porque dármelas, en cierto modo ha sido mi culpa.
Yo: No, he sido yo la que ha girado rápido sin mirar…
Vicky: Bueno, la culpa de las dos y punto.

Sonreímos ambas.

Yo: ¿Y qué haces por aquí?
Vicky: Eh… pues… vivo aquí.- Dijo algo avergonzada.

¿Ella vivía aquí? ¿Y cómo es que iba a un colegio tan caro?

Yo: ¿Vives aquí? ¿Y…?
Vicky: ¿Qué cómo voy a ese colegio?- Asentí.- Por beca.
Yo: Ah…
Vicky: Pero por favor, no se lo digas a Stella y demás.
Yo: Vale, pero ¿Por qué no quieres que no las comente nada?
Vicky: Es una historia difícil de explicar.
Yo: Entendido.- Dije asintiendo.
Vicky: ¿Y cómo es que tú hagas por aquí?
Yo: Ah, pues que… estoy esperando a… mi chofer.
Vicky: Ah, vale. Pues no te molesto más. Hasta mañana, Taylor.

Se despidió con la mano y caminó hasta su casa. ¡Mierda, vivía justo al lado de mí!
Esperé un rato más y miré a mis alrededores para ver si venia alguien. Corrí hasta mi casa y cerré la puerta tras de mí. Dejé los libros sobre el descansillo y fui a la cocina, donde estaba mi madre poniéndome la comida en la mesa.

Cath: ¡Taylor! ¿Qué tal en tu primer día de colegio?
Yo: Genial, mamá. Esta tarde he quedado en el centro comercial con unas chicas de mi clase.
Cath: ¡Qué bien! ¿Quieres que te acerque en coche?
Yo: No, gracias. Voy andando y así conozco mejor la ciudad.

Asintió y las dos empezamos a comer. Al acabar subí a mi cuarto y me cambié de ropa. Tenía que prepararme para estar tarde. No me podían ver con cualquier ropa.

En unas cosas y otras, ya eran las tres y media. Tenía que salir de casa ya para no llegar tarde la primera vez que quedaba con ellas. Por lo que hice fue eso, cogí al chaqueta y salí a la calle. Por mi buen instinto de la orientación, conseguí llegar al centro comercial en tiempo récord. Miré mi móvil y dentro de poco iban a  llegar.

Me senté en un banco que estaba al lado de la entrada y esperé hasta que llegaran. No tardaron mucho, pues cinco minutos después de sentarme las vi venir a lo lejos. Me levanté del banco y fui donde ellas.

Stella: Hola Tay, ¿Llevas mucho tiempo esperando?
Yo: No, apenas cinco minutos.
Amanda: Ah, bueno. Pues entonces entremos.

Entramos en el centro comercial y era enorme. Había tiendas, muchas tiendas. Tanto de ropa, como cafés, restaurantes…

Hannah: ¿A cuál vamos primero?
Stella: Da igual, miremos por lo escaparates y compremos repulsivamente, haha.
Amanda: ¿Has traído dinero, Taylor?
Yo: Sí, sí.
Hannah: Yo solo he podido traer 200 libras. Mis padres no me han dado la paga de esta semana.
Stella: Da igual, si luego necesitas algo, te lo pago yo.

¿200 libras? Pe-pero… yo solo había traído cincuenta.

Empezamos a entrar en tiendas. Cada una más cara que la otra. Y yo con mis cincuenta libras no podía comprar ni las pelusillas de alguna camiseta.

El resto de la tarde pasó volando y ya era hora de que me fuese a casa, ya que mañana tenía que madrugar para ir al instituto. No estaría bien que el segundo día de clase, fuera con unas ojeras tremendas.

Me despedí de las chicas y puse rumbo a mi casa. Cuando estaba a punto de llegar a mi casa, un chico que estaba casi a mi lado, se tropezó y se cayó al suelo. Por lo que fui a socorrerle.

-: Gracias.- Dijo el chico después de estar levantado.

Me sonaba de algo, juraría que de vista del colegio. Por eso, no quise arriesgar a que me pudiera ver la cara que me di media vuelta lo más apresuradamente que pude y entré escopetada en casa. Al cerrar la puerta, posé mi espalda sobre ella exhalando aire sonoramente. Dejé las llaves en el recibidor y subí a mi cuarto. Esta noche no cenaría, puesto que no tenía hambre.

Al día siguiente.

Las ocho menos diez y aún estaba sin pantalones. No podía llegar tarde, y menos si era el segundo día de clase. Rápidamente terminé de vestirme y bajé de dos en dos las escaleras tras coger mi mochila. Di un rodeo a la cocina llevándome cuatro galletas de chocolate que había sobre la mesa, el café pasaba de tomármelo. Salí de casa, no sin antes mirar a derecha o izquierda por si veía a alguien conocido. Puesto que no había nadie, salí del interior de la casa y cerré la puerta tras de mí. Empecé a correr a lo largo de la calle para así poder llegar a tiempo al colegio. Y lo conseguí. Terminé mi carrera en un tiempo récord.

Entré la clase de laboratorio, todavía faltaba gente por llegar. Me senté en unas de las estrechas pero a la vez alargadas mesas de madera cuyo color era negro y respiré profundamente para que mi respiración volviese a su ritmo normal.

Y lo hizo, hasta que alguien me dio dos toquecitos en el hombro, cuyo acto me hizo asustarme.